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Cuando el jabón no es jabón, ¿por qué preocuparnos?

Si vamos a un supermercado nos encontramos con una gran variedad de paquetes que tienen fotos bonitas, nombres llamativos, aromas atractivos y la palabra “jabón” escrita donde se vea. En el 90% de los casos, o puede que más, lo que hay en el interior de esos paquetes no es realmente  jabón. Es detergente en barra.

¿Y cuál es la diferencia?

La diferencia está en el proceso de producción, en la lista de ingredientes, y finalmente en la forma en que el producto interactúa con la piel–el órgano más extenso que tenemos.

¿Y por qué los llamamos jabón entonces?

Porque cumplen la función general de eliminar la suciedad de la piel, y tienen un elemento decorativo también en común: espuma. La espuma no necesariamente implica limpieza, pero la asociación es casi automática. Tengo que reconocer que me esfuerzo mucho en las formulaciones de mis jabones para que tengan una espuma linda, aunque sea completamente irrelevante.

Si cumple el rol, ¿por qué preocuparnos?

Porque el detergente no sólo saca la suciedad que sobra, saca toda la capa oleosa protectora que tiene la piel provocando sequedad y/o emisiones copiosas de sebo para contrarrestar el asalto. El otro elemento que resulta complicado es que las sustancias químicas usadas no fueron probadas como seguras en sinergía, y por lo tanto podrían ser altamente tóxicas. Es decir, aunque se hayan probado como seguras por separado, lo que es dudoso dado que la reglamentación tiene partes grises, no hay estudios analizando las sustancias trabajando juntas. Y algunas son capaces de permeabilizar la epidermis permitiendo que otras sustancias entren en el cuerpo.

En la práctica, y parafraseando a Aristóteles, la única verdad es la realidad. Si los detergentes disfrazados de jabón son efectivamente tóxicos o al menos altamente inadecuados, deberíamos ver en la población un porcentaje detectable de personas con problemas de piel. Si, por el contrario el uso masivo de detergentes no es nocivo, los problemas de piel deberían ser consecuencia de problemas individuales internos de las personas.

Para poder responder este interrogante, sería necesario hacer un estudio muy detallado. Así que voy a presentar dos casos aislados y dejar la conversación abierta por ahora.

En primer lugar, el elemento anecdótico.

Yo amaba los jabones, los jabones líquidos y las cremas. Y un día después de usar una crema de entorno de ojos de una marca francesa bastante conocida, mi piel enloqueció y todo me empezó a inflamar, irritar y hacer sentir enferma. Este hecho me encaminó hacia el sendero que acabó en cultivar parte de mis alimentos usando permacultura y producir mis propios jabones, cremas y artículos de limpieza.

Con el tiempo empecé a regalar jabones a amigos. Sobre todo a aquéllos que me  decían que tuvieron que pasar a usar jabón blanco porque todo les hacía mal. Y ahora ni el jabón blanco funciona–lo que es lógico ya que el jabón blanco ahora es detergente también. Y en mi caso y el de estos amigos, donde todos los productos sintéticos traen problemas serios detectables, los  jabones reales son una caricia para la piel y el alma. Anecdótico, ya sé. Pero no por eso menos real.

El segundo elemento que voy a citar es un estudio del 2011 publicado en el British Journal of Dermatology. El título es sugestivo: Los problemas de piel son la nueva razón más común que lleva gente al médico en Inglaterra y Escocia*.

*https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/21692764

Hum.

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