Una vez que establecimos que el jabón real tiene, por el hecho de ser, ventajas sobre el detergente sólido de base química, nos queda por buscar la mejor formulación de jabón compatible con las preferencias personales.
En este caso nos encontramos con que cada jabonero tiene su receta. Y cada decisión que tomamos afecta el producto final, aún sobre la misma receta base.
¿Qué busco yo en un jabón?
Busco que limpie sin intoxicarme, por supuesto. Que deje la piel sintiéndose suave, humectada y nutrida. Que tenga espuma, aunque no haga falta, a lo largo de todo el jabón. Que dure. Y que tenga aroma agradable.
Esta decisión limita mis opciones por el lado de colores, aromas artificiales, y aditivos químicos. Con respecto a los aromas, definitivamente me quedo con aceites esenciales y oleatos, aunque esto signifique aromas sutiles en vez de poderosos. Los tiempos de curado del jabón y la soda se comen la mayoría de los aromas. Es mejor usar algo suave, y dar aroma después del baño que caer en aromas artificiales sumamente tóxicos.
También limita mis opciones en términos de aceites. Todo derivado de transgénicos queda fuera de la mesa. Y todo aceite hidrogenado también. La grasa animal pasa a zona de riesgo, porque los animales engordan en tres meses el peso que deberían ganar en un año–no parece sano. Y lo que sea que usan para generar esta bizarrada termina siempre en la grasa, que es el lugar donde escondemos toxinas para seguir siendo funcionales.
Además, por consideraciones medio ambientales, busco que la materia prima viaje lo menos posible y que su producción no destruya todo a su paso.
Esta decisión también limita mis opciones. El aceite de palma sale de la lista completamente. Y los aceites africanos, como el argán y carité pasan a zona de “uso limitado”. La manteca de cacao se puede conseguir de Brasil, como el aceite de coco, así que quedan dentro.
Así, después de varias pruebas me quedé con cinco aceites básicos que forman parte de casi todas mis preparaciones en diferentes medidas:
- aceite de oliva
- aceite de coco
- aceite de ricino
- aceite de girasol
- manteca de cacao
En principio queda claro que estos aceites tienen algo en común: son todos comestibles. Lo que es bueno. Está bien, el ricino no es un aceite que uno agregaría a las comidas, pero aún así es de uso interno. Se usa mucho en preparaciones de jabón por sus propiedades reparativas de la piel y porque produce una espuma más persistente.
Ahora para el ojo jabonero también implica otra cosa: un jabón hecho con estos aceites tiende a ser blando. La proporción de grasas saturadas contra no saturadas no tiene como dar bien, a menos que hagamos un jabón muy alto en coco y cacao. Y un jabón blando es un gran desperdicio, ya que se hace sopa rápido y desaparece cuando está en el agua.
¿Cómo lo resuelvo?
Aplicando los principios de permacultura donde se busca que cada elemento tenga más de una función, y hacer las cosas desde la base cuando es posible.
Hay una sustancia llamada lactato de sodio que se usa para dar consistencia al jabón. Muchos jaboneros naturales la usan regularmente. Pero no me convence comprar paquetes con nombres raros para agregar a mis jabones. ¿Alguna salida? Sí, esta sustancia se forma de la reacción química del ácido acético con la soda cáustica. Y por eso algunas personas reemplazan el agua por vinagre. Yo hago mis propios vinagres desde hace tiempo, así que no sería un problema. Pero decidí ir un paso más allá y usar kefir.
El kefir contiene ácido acético en proporciones bajas. También aporta minerales y vitaminas de las que voy a hablar con más detalle en otra entrada. Usando kefir los jabones naturalmente blandos resultan bastante más duros y resistentes al agua. Como yapa, ayuda a conseguir traza en tiempos razonables en jabones con alto contenido de oliva como los míos.
También mencioné que me gusta que mis jabones tengan espuma. Para garantizar una espuma abundante agrego miel a mis preparaciones. Es miel semi-sólida local de flores silvestres, por lo que también tiene cera y una diversidad nutricional interesante.
Finalmente, y esto podría ser controversial, casi todos mis jabones tienen trementina entre los aceites esenciales. Hay varias razones. La más destacada es que la soda cáustica actúa sobre la trementina en una reacción química que despide aceite esencial de la madera base y agua. La trementina se hace de distintos tipos de coníferas, y encuentro el aroma que desprende más interesante y complejo que la mayoría de los aceites de de madera específicos. La parte que no se transforma, ayuda a preservar el jabón, y se le atribuyen varias propiedades curativas.
¿Cuál es el resultado?
Un jabón que deja la piel tersa, suave, limpia.
Un jabón rendidor y con espuma de principio a fin.
Un jabón que alinea el cuidado de nosotros mismos con el cuidado del planeta.
Un jabón que nos acaricia antes, durante y después de usarlo.