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El movimiento no-poo y mi testimonio

Hace unos años, situaciones personales derivaron en que mi pelo se cayera a mechones entre otros síntomas. Notando que eso no podía ser normal, entré en un sendero meandroso que me llevó a cambiar la dieta, parte de mi forma de vida y hacer las preguntas base que rompen los sistemas establecidos: ¿es realmente necesario usar shampoo para lavar el cabello? ¿hay alguna otra opción? (Una que no me deje calva por ejemplo… ) Así es como descubrí el movimiento no-poo.

¿Y qué es el movimiento no-poo?

En un conjunto de gente que sostiene que el pelo no necesita shampoo para estar limpio. Que si nunca lo hubiéramos usado, tendríamos cabello sano y brillante. Que la única razón por la que resulta necesario, es porque el detergente elimina la capa protectora del pelo y el cuero cabelludo provocando mayor producción de grasa lubricante–lo que genera un círculo adictivo difícil de romper.

No ví nada respecto a esto en la literatura científica, lo que no significa que no exista, o ni siquiera que no sea cierto. Lo que sí encontré fueron testimonios puntuales, algunos de ellos muy interesantes y bien documentados. Con esa información me embarqué en mi propio camino no-poo. En lo que sigue va el proceso en sí y mi experiencia personal como testimonio.

El camino a no-poo es toda una aventura

Dejar de usar shampoo implica que el pelo se puede poner feo por un tiempo. Realmente feo. Aún gozando de buena salud. Es la consecuencia natural de la adicción al shampoo. Conociendo este problema, decidí no dejar de lavarlo directamente, sino buscar reemplazos libres de detergente por un tiempo.

Estamos acostumbrados a usar productos cosméticos que plastifican el cabello–literalmente en algunos casos–y que el pelo no sea un reflejo de nuestra salud. Después de pasar el proceso no-poo, tenemos el cabello que nuestra salud y vitalidad permitan. Eso es algo a tener muy en cuenta en el momento de clasificar el éxito o fracaso del proceso.

Hojas de hibiscus

En la primera etapa reemplacé el shampoo por un preparado hecho hirviendo  durante varias horas hojas nuevas de rosa china simple roja recolectadas a la mañana temprano. Parece cosas de brujas… pero no lo es. Solamente las hojas tiernas tienen la sustancia jabonosa, y después del medio día  las plantas se deshidratan un poco y el producto no rinde. Adapté la receta de una costumbre milenaria polinesia. La decocción da un shampoo sin espuma, de textura tirando a babosa pero que deja el cabello hermoso y brillante.

¿El problema? Dura solo dos días en la heladera y después fermenta como fermentan la mayoría de las hojas verdes… con un olor nauseabundo. Así que era un producto que escaseaba en invierno porque la planta dormitaba y no producía nuevos brotes, llevaba mucho tiempo de preparación y había que hacerlo día por medio–si uno insiste como yo en lavarse el pelo todos los días.

Si tuviera una vida sin demasiadas complicaciones, por ahí habría funcionado–o por ahí no. Con trabajo, hijos, padres, y otras yerbas, el tiempo que necesita este camino era demasiado para mí.

Bicarbonato y vinagre

Al ver que no iba a funcionar en el tiempo, me decidí a usar la fórmula que aparece más frecuentemente cuando uno busca en línea un reemplazo natural del shampoo. Me refiero a bicarbonato y vinagre. Para esta etapa mi pelo ya había salido de la peor parte grasa. También había cambiado mi costumbre casi religiosa de lavarme el pelo todos los días por lavados cada dos o tres días, y estaba aguantando bien.

El bicarbonato de sodio es una sustancia alcalina. Al frotarla en el pelo, tiene una reacción química con los ácidos grasos naturales y genera jabón. Por supuesto es un proceso parcial. En general funciona más o menos bien para remover mecánicamente parte de la grasitud y vía saponificación otro tanto.

El proceso se complementa enjuagando y después haciendo un segundo enjuague con vinagre para recuperar el ph natural del cuero cabelludo, anular los restos de bicarbonato que queden–la combinación de bicarbonato con vinagre genera una reacción química que limpia con facilidad hornos y parrillas– y disuelve lo que quede de grasitud en el cuero cabelludo extendiéndola como una capa protectora a lo largo del pelo.

Suena muy bien, ¿no? La verdad es que funciona bien, pero no me terminaba de convencer. El bicarbonato es difícil de pasar, hay que frotar mucho y no dejar zonas sin “arañar” porque donde no se frota se puede formar “soap scum” (ese sedimento gris desagradable de jabón que queda una vez que se combinó con grasa). La forma más fácil que encontré de distribuir el bicarbonato es usando un peine o un cepillo, que lo arrastra junto con las partículas de grasa. Pero yo apenas estaba recuperándome de la situación de stress que empezó este proceso, el bicarbonato trababa el peine y arrancarme más cabello no resultaba una opción interesante.

Además el pelo queda oliendo a vinagre, y en mi caso se veía eléctrico: brillante, pero parado.

¿Y entonces?

Solo agua

Después de pelear con esta opción por mucho tiempo, me pareció que estaba lista para ir por el premio máximo: solo agua. Encontré el testimonio de una chica que explicaba el largo proceso de dos años a solo agua en un pelo abundantísimo y largo por las piernas. Lo interesante de este testimonio es que mostraba todas las etapas, lo feo, lo horrible y lo lindo al final del arco iris. Claro, esta chica estaba en sus veintes.

En esta etapa, yo ya había pasado varios años sin shampoo y pensaba que había pasado lo peor. Lamentablemente el bicarbonato parecía hacerle al cuero cabelludo algo parecido al shampoo en términos de reacción grasa. Así que había caído en la casilla de “vuelve a la salida, paga 300” en el juego de la vida.

Cuando intenté solo agua, el pelo se puso horrible. Parecía mojado. Un espanto. Esta chica hablaba de remover mecánicamente la grasa con un cepillo. Traté, pero me superó en algunos momentos. En esos casos tenía recaídas al mejor estilo adicto y usaba shampoo con las consecuentes reacciones físicas–erupciones y niebla mental eran las más evidentes. Es que los champúes, aún los considerados de buena calidad, no son más que detergente en esencia.

¿El resultado?

No llovió con sol por donde yo estaba y no vi ningún arco iris. Pero hubo amagos, y aún así fue una aventura interesante.

Lo mejor a lo que llegué en esa etapa fue usar solo agua durante todos los días y una limpieza profunda una vez por semana.

Lo que descubrí en esta parte del proceso fue un aliado poderoso y sorpresivo: la trementina. La trementina es una sustancia de muy larga data. Se la usa en la actualidad principalmente por artistas para limpiar y mantener sus pinceles, pero hay antecedentes antiguos y recientes de tenor terapéutico.

La forma en que la usaba–no lo recomiendo bajo ningún concepto–era poner una capa abundante de ella en el pelo seco, y pasarme el peine fino que se compra para tratamientos de pediculosis. La trementina aglutina la grasa del cuero cabelludo y el peine la remueve. Este era el tratamiento que me hacía una vez por semana cuando noté que la toxicidad del shampoo empezaba a sentirse de nuevo. Curiosamente la trementina no me provocaba ninguna reacción adversa, sino todo lo contrario.

Etapa siguiente – jabón artesanal más kefir

En algún momento durante ese proceso, y buscando darle alguna normalidad a mi vida hice experimentos con jabón. El jabón blanco lo deja sin vida y pastoso, al menos el mío. Al mismo tiempo descubrí que los jabones ahora eran también detergentes solidificados, así que era algo de lo que tenía que salir.

Y así fue como aprendí a hacer jabón artesanal. Mi amor por lo la vida natural es grande, pero no pienso renunciar al jabón. Aprender a hacer jabones artesanales fue todo un hallazgo. Me apasiona.

Uso mis jabones regularmente en el cabello. Los que mejor lo dejan son los que tienen algún exfoliante suave, y sobre-engrasado de un 5%. En el pasado hice jabones con sobre-engrasado bastante mayor, y no dejan el pelo bien.

Como aún se necesita recuperar el ph, en la actualidad uso kefir como enjuague, que tiene el mismo efecto reparador del vinagre, pero sin su aroma característico.

Es una solución que llevo usando desde hace menos de un año, así que no puedo garantizar éxito en el largo plazo. Pero por ahora me gusta mucho.

  • Puedo lavarme todos los días–las costumbres  implantadas desde chico vuelven cada vez que pueden.
  • Puedo usar el pelo suelto porque queda realmente bien, dadas las limitaciones de salud interna y la locura natural de mi pelo.
  • La caída está controlada.
  • No necesito usar trementina y el peine todo el tiempo.

Con este método necesito usar trementina y peine más o menos una vez al mes, sobre todo alrededor de las orejas y la nuca que son puntos de salida de agua y acumulación de desechos. Aunque a esta altura no parece hacer falta. El jabón no arranca toda la capa protectora del cuero cabelludo, solo el exceso cuando uno masajea. El kefir remueve un poco más y forma una capa protectora a lo largo del cabello. Así que no provocan la misma reacción del shampoo.

Con jabones sobre-engrasados al 5% no necesito crema enjuague. Si veo que el pelo se está secando un poco, agrego aceite de coco en las puntas.

Este sistema funciona bien, y lo usé por casi un año.

Estado actual

Después de mucho buscar y experimentar encontré cómo hacer jabón líquido con proceso en frío. Este jabón es intermedio entre jabón y shampoo, y deja el pelo mucho más brillante que el jabón en barra. Aún uso kefir en el enjuague para compensar el ph, que es de alrededor de 9. Pero no hay problema de acumulación de cebo de ningún tipo. Por ahora es mi favorito.

Conclusiones y otras yerbas

Todo este proceso llevó varios años.

Más o menos para el tiempo que escuché de no-poo por primera vez adoptamos un cachorrito. Usé el concepto de “solo agua” en él y funcionó perfecto. Ese perro no huele nunca mal, y solo lo bañé con detergente en dos o tres  ocasiones cuando se había metido en una zanja. Tiene un pelaje hermoso y brillante, y no tiene problemas de piel.

Es cruza de manto negro con labrador, y quién sabe qué mas. Tiene pelo relativamente corto y se deshace de buena parte de él en primavera. Sí lo cepillo seguido. Y con eso alcanza. Estoy casi segura que esto puede funcionar para otros perros de pelo corto, pero no tengo estadísticas para compartir.

Creo que si tuviera hijos de nuevo, con lo que sé ahora, los lavaría solo con agua de chicos en vez de llenarlos de productos químicos como hice con los míos. Es probable que el shampoo no sea necesario e incluso el jabón podría evitarse hasta que son más grandes. La adolescencia me parece que necesita jabón, pero el número que me suena como punto de entrada es más o menos los ocho años. No sé qué cambios hay en ese período, pero se notan en la piel.

Referencias:

Algunos consejos sobre no-poo. Esta es la chica que mencioné (en inglés): https://almostexactlyblog.com/2013/04/24/extra-thoughts-on-going-no-poo/

El podcast the pearmies (foro de permacultura) sobre no-poo y solo agua (en inglés):  https://permies.com/t/22356/Podcast-Poo-Shampoo-Soap

 

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